Meditación de los Misterios Gloriosos del Rosario

En el primer misterio glorioso contemplamos la Resurrección de Jesús.

Propósito de este primer misterio: vivir el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús cada día.

Haciendo silencio en nuestro corazón vamos a escuchar con atención la Palabra de Dios: Lectura del santo Evangelio según san Juan: » El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro  al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»

    Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente  que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con  las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.» Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Mi primer contacto con la Madre Teresa es en la Casa Madre, donde está recuperándose después de su internación.  Su salud está muy delicada sin embargo su ánimo, su dinamismo y su lucidez son asombrosos. Después que celebramos  la  Misa, ella nos recibe.

– Gracias por cuidar a las Hermanas. Ayúdelas a ser Santas.

– Yo tengo que ser Santo.-le respondo.

– Sólo será Santo si ayuda a los otros a ser SANTOS…-dice ella.

En el segundo misterio glorioso contemplamos la Ascensión de Jesús al cielo.

Propósito de este segundo misterio: trabajar para que todos los hombres encuentren su verdadera vida en Jesús.

Haciendo silencio en nuestro corazón vamos a escuchar con atención la Palabra de Dios: Lectura de los Hechos de los apóstoles: » En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido.

    Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días.»

    Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»

    El les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.»

    Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.» Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Calcuta es un espejo donde se refleja la miseria de la humanidad y en ella nuestra propia miseria.

Todo el mundo es Calcuta, símbolo de la Jerusalén caída, de nuestra propia naturaleza humana en la que todos encuentran su hogar. Ir a Calcuta es como meterse dentro de uno mismo y palpar el desorden y la miseria.  Por eso Calcuta no es una ciudad más, un sitio pintoresco donde somos tan solo turistas:  Calcuta nos proyecta a nuestro interior … ¿Y por casa cómo andamos?

Las calles de Calcuta conducen a las puertas del  corazón de cada hombre. Y el mismo dolor, las mismísimas ruinas de nuestra Calcuta interior testimonian una gloria que en otro tiempo existió: fuimos creados para cosas grandes. Lo que en otro tiempo fue nuestra plenitud se ha convertido en nuestro gran vacío:  y esta es nuestra sed, nuestra pobreza.

En el tercer misterio glorioso contemplamos la Venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles.

Propósito de este tercer misterio: dejarse conducir por la fuerza del Espíritu Santo; escucharlo en la oración.

Haciendo silencio en nuestro corazón vamos a escuchar con atención la Palabra de Dios: Lectura de los Hechos de los apóstoles: » Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una  fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.  Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.»

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Un día le dijeron a la Madre Teresa ,siempre está atenta a todo lo que sucede, que habían llamado preguntando por su salud desde el Vaticano, el Presidente Clinton deseándole su recuperación, los musulmanes habían hecho una peregrinación a La Meca para pedir por su salud, de la Iglesia Anglicana que rezaban también por ella…. Después de guardar un momento de silencio, su comentario, pausado y pesando cada palabra que decía, fue:  «Cuánto hace Dios con tan poca cosa».

En el cuarto misterio glorioso contemplamos la Asunción de María a los cielos.

Propósito de este cuarto misterio: Profundizar el misterio de nuestra propia resurrección.

Haciendo silencio en nuestro corazón vamos a escuchar con atención la Palabra de Dios: Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto: »  Hermanos: Cuando lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido  vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón? Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la ley.  ¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

«Trabajamos con las llagas del hombre y en él vemos a Jesús y le decimos: Jesús te quiero en este moribundo.  Para las Hermanas de su Congregación la obediencia es aún más estricta que la pobreza.  El mundo tiene sed de santidad. De ahí la radicalidad en su entrega: mirar sólo a Jesús.  Mirar a Jesús en el corazón del otro.

Cada uno es un pedacito del corazón de Dios.

Sólo en Dios encontramos nuestro lugar  y sólo en Dios encontramos al hombre.»

En el quinto misterio glorioso contemplamos la Coronación de María en los cielos.

Propósito de este quinto misterio: Fidelidad constante a nuestra vocación de cristianos para que el mundo entero cante la gloria del Dios que «derriba a los poderosos y eleva a los humildes».

Haciendo silencio en nuestro corazón vamos a escuchar con atención la Palabra de Dios: Lectura del libro del profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.

    Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el  día de Madián.

    Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz.» Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

«Jesús necesita de usted.  Y Jesús necesita de mí.  Usted y yo hacemos algo maravilloso para Dios».

El sacramento de este momento presente… Sólo tenemos el día de hoy para ocuparnos de lo que Jesús nos pide.

Una anécdota de la Madre Teresa cuando estaba visitando su Casa en Roma viene  a visitarla un Cardenal filipino para pedirle la posibilidad de abrir una casa de las hermanas Misioneras de la caridad en su país…

Cuando la Madre llega, hay pobres en la puerta, la Madre se detiene y los atiende… Las Hermanas están nerviosas porque la madre se detiene mucho tiempo con los pobres. ¡Madre, la espera el Cardenal!

A lo que con un sencillez asombrosa responde: «Al Cardenal le voy a contestar que con mucho gusto las Hermanas van a ir a Filipinas». Esa decisión la tomó mientras rezaba atendiendo a Jesús en esos pobres.  Poniéndole la mano sobre la cabeza a uno de lo pobres la Madre preguntó: «Jesús, ¿qué tengo que hacer?» Y Jesús le contestó:  «Las Hermanas tiene que ir a Filipinas».   Si yo no le rezo a Jesús no le puedo dar una respuesta al Cardenal.

Después atiende al Cardenal y sigue atendiendo a los pobres.

«Adoramos a Cristo presente en el corazón del hombre.  Esto es el cielo.

Por eso el cielo ya empezó para mí».

«¡Cómo debe tener el sacerdote limpias las manos para la Eucaristía!

Así debemos tener limpias las manos para adorar a Jesús en los pobres.

La Madre Teresa es el testimonio viviente de lo que significa vivir a Jesús.  Por eso no se entiende a la Madre Teresa sin la Iglesia, sin la interioridad referida permanentemente a Jesús. Ella ha elegido amar en un ámbito en el cual la mayoría de las personas no podría hacerlo, entre los pobres y los que sufren. Su compromiso con Cristo ocupa un lugar central.  Ella nos  dice que la única respuesta es el amor.  Cómo es el optimismo de la Madre que, sin dejar de ver que existe lo peor, construye a partir de lo que tiene.  ¡Pensar que nosotros nos desalentamos o nos malhumoramos ante la más mínima contrariedad!

Mi primer contacto con la Madre Teresa es en la Casa Madre, donde está recuperándose después de su internación.  Su salud está muy delicada sin embargo su ánimo, su dinamismo y su lucidez son asombrosos. Después que celebramos  la  Misa, ella nos recibe.

– Gracias por cuidar a las Hermanas. Ayúdelas a ser Santas.

– Yo tengo que ser Santo.-le respondo.

– Sólo será Santo si ayuda a los otros a ser SANTOS…-dice ella.

Calcuta es un espejo donde se refleja la miseria de la humanidad y en ella nuestra propia miseria.

Todo el mundo es Calcuta, símbolo de la Jerusalén caída, de nuestra propia naturaleza humana en la que todos encuentran su hogar. Ir a Calcuta es como meterse dentro de uno mismo y palpar el desorden y la miseria.  Por eso Calcuta no es una ciudad más, un sitio pintoresco donde somos tan solo turistas: Calcuta nos proyecta a nuestro interior … ¿Y por casa cómo andamos?

Las calles de Calcuta conducen a las puertas del  corazón de cada hombre. Y el mismo dolor, las mismísimas ruinas de nuestra Calcuta interior testimonian una gloria que en otro tiempo existió: fuimos creados para cosas grandes. Lo que en otro tiempo fue nuestra plenitud se ha convertido en nuestro gran vacío:  y esta es nuestra sed, nuestra pobreza.

«Trabajamos con las llagas del hombre y en él vemos a Jesús y le decimos: Jesús te quiero en este moribundo.  Para las Hermanas de su Congregación la obediencia es aún más estricta que la pobreza.  El mundo tiene sed de santidad. De ahí la radicalidad en su entrega: mirar sólo a Jesús.  Mirar a Jesús en el corazón del otro.

Cada uno es un pedacito del corazón de Dios.

Sólo en Dios encontramos nuestro lugar  y sólo en Dios encontramos al hombre.»

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