Toda madre convivió durante nueve lunas, con la angustia,con la esperanza y los ruegos, para que ese ser que estaba creciendo en su vientre, nazca sano, y cuando ocurre el alumbramiento, comienza alimentarlo con leche de su pecho y jugo del corazón, que es la mágica transferencia de una ternura sin paralelos que se fijara en la memoria del alma y que nos obliga cotidianamente a recordar su regazo como el refugio más seguro y cálido que tuvimos en la vida. Por eso,el que la tenga,disfrutala con cariño, y los que no la tenemos, recordemosla con una flor en su porta retrato. Que Dios les de Buena Vida a las Madres en «Su Día» Luis Landriscina
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