1 1 A Día de la Inspiración-Llamada dentro de la llamada- El 10 de septiembre de 1946
A Día de la Inspiración-Llamada dentro de la llamada- El 10 de septiembre de 1946
«Quiero hermanas indias Misioneras de la Caridad, que serán mi fuego de amor entre los más pobres», escuchó la Madre Teresa.
El 10 de septiembre de 1946, la Madre Teresa, viajando en tren desde Calcuta a Darjeeling (650 kilómetros al norte, al pie del Himalaya), recibió una «llamada dentro de la llamada», por la que abandonaría la Congregación de la Hermanas de Loreto y fundaría las Misioneras de la Caridad . Ella lo llamó: el «Día de la Inspiración».
¿Qué sucedió en este viaje para que cambiara radicalmente, pasando de ser una religiosa dedicada a la educación, a entregarse a la atención de los más pobres y olvidados?
Para entenderlo, debemos referirnos al «voto secreto» que realizó cuatro años antes y que consistió en su compromiso de «no negarle nunca nada a Dios«
Es decir que a sus votos de obediencia, pobreza y castidad, añadió el de la sumisión total a la voluntad de Dios.
De esta manera se puede comprender por qué la Madre Teresa fue tan fiel y perseverante en llevar a cabo su misión, incluso más allá de la oscuridad interior que acompañaría parte de su vida.
La Madre Teresa escribió:
«Era una segunda llamada para abandonar incluso Loreto, donde estaba muy feliz, para ir a las calles a servir a los más pobres de los pobres.
Fue en aquel tren que oí la llamada para dejarlo todo y seguirlo a Él a los barrios más miserables… Yo sabía que era Su voluntad y que tenía que seguirlo. No había duda que iba a ser Su obra»
Y en otra carta agregó: «Me hizo una llamada para saciar la sed de Jesús sirviéndolo en los más pobres de los pobres«
Durante ese viaje ella tuvo una experiencia tan extraordinaria de Dios que cuando bajó del tren ya no era la misma. Ella diría: «En la fuerte gracia de Luz y Amor divinos que Madre recibió durante el viaje, es donde empiezan las Misioneras de la Caridad… en las profundidades del infinito anhelo de Dios de amar y ser amado»
Según le dijera al padre Langford, «fue un encuentro con la sed de Jesús”
Pero aquella sed de Jesús Crucificado, no era física, sino que «era su sed de amar y ser amado«. De allí que mandara colocar en las capillas de las casas de sus congregaciones un cartel con la frase: «Tengo sed» y que explicara frecuentemente: «Sus palabras no son algo del pasado, están vivas aquí y ahora, dichas a ustedes.
¿Lo creen? …¿Por qué dice Jesús: ‘Tengo sed’? ¿Qué significa? …’Tengo sed’ es algo mucho más profundo que si Jesús dijera simplemente: ‘Te amo’.
Hasta que no sepan profundamente en su interior que Jesús tiene sed de ustedes, no podrán empezar a saber quién quiere ser Él para ustedes, o quién quiere que sean ustedes para Él»
A partir de aquel viaje y hasta principios de 1947 empezó a recibir locuciones de Jesús.
Según escribiera al padre Van Exem y luego al arzobispo Périer,
Jesús, entre otras cosas, le decía:
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«Quiero hermanas indias Misioneras de la Caridad, que serán Mi fuego de amor entre los más pobres, los enfermos, los moribundos y los niños pequeños de la calle».
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«Quiero religiosas libres, revestidas con Mi pobreza de la Cruz.
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Quiero religiosas obedientes, revestidas con mi obediencia de la Cruz.
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Quiero religiosas llenas de amor, revestidas con la caridad de la Cruz.
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¿Te negarás a hacer esto por mí?».
Por momentos la Voz de Jesús se volvía muy dura con ella: «¿Tienes miedo a dar un nuevo paso por tu Esposo? ¿Por mí, por las almas? ¿Se ha enfriado tu generosidad? ¿Soy secundario para ti?
Tú no moriste por las almas, por eso no te importa lo que les suceda.
Tu corazón nunca estuvo ahogado en el dolor como lo estuvo el de Mi Madre.
Ambos nos dimos totalmente por las almas. ¿Y tú?».
Pero, en otros momentos, la Voz de Jesús era suave y suplicante: «Pequeña mía, ven, ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven sé mi luz. No puedo ir solo. No me conocen, por eso no me quieren. Tú ven, ve hacia ellos, llévame hasta ellos»
Además de escuchar «la Voz de Jesús«, en ese tiempo, tuvo tres visiones.
En la primera: «Vi una gran muchedumbre, todo tipo de personas, muy pobres y también había niños. Todos ellos tenían sus manos alzadas hacia mí. Yo estaba de pie y ellos alrededor. Gritaban: ‘Ven, ven, sálvanos, llévanos a Jesús»
En la segunda: «Pude ver gran dolor y sufrimiento en sus rostros. Yo estaba arrodillada cerca de Nuestra Señora que estaba frente a ellos. No vi su cara, pero oí que decía: ‘Cuida de ellos, son míos. Llévatelos a Jesús. Tráeles a Jesús. No temas…»
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