ASAMBLEA DIOCESANA GUÍA PARA EL TRABAJO EN LAS COMUNIDADES

GUÍA PARA EL TRABAJO EN LAS COMUNIDADES

 

Carta de presentación de los obispos

Queridas comunidades de la diócesis;
Todos tenemos una experiencia común. ¿Quién de nosotros no tiene sueños?

Desde que somos chicos comenzamos a guardar sueños en el corazón; ellos son la expresión de nuestros deseos que nos impulsan hacia adelante. Tantas veces decimos, por ejemplo: ¡Cómo me gustaría que…¡Ojalá algún día…,Cómo quisiera que se me dé…!

– Cuando soñamos, damos la posibilidad de concebir proyectos.
Hay gente que tiene grandes sueños que parecen imposibles; eso les da energía para amar y luchar cada día por lograr aquello que sueña. Son sueños de altura, se atreven a hacerlo.
Otros no se atreven a tanto, son simples y tienen sueños más a ras del suelo, vuelan bajo, pero realizando grandes cosas.
Hay personas que sueñan, pero sin fe, quedan con el sabor amargo de la frustración y viven tristes. Los sueños se les escapan siempre para adelante: “Algún día…”, pero no hacen nada para que ese día llegue.
Están también los que sueñan para atrás: ¡Ojalá las cosas fueran como antes!

Todo lo pasado era mejor. Esos tiempos ya no volverán más, el presente y el futuro les resultan poco motivantes.
Jesús también soñaba.

Era el mismo sueño de su Padre y de su pueblo. Lo llamaba “Reino de
los Cielos” y se llenaba de alegría al proclamarlo y compartirlo: “El Reino de los Cielos es semejante a…” Cuando la gente lo escuchaba, sentía que sus propios sueños se despertaban y podían ser realidad.
Lo que Jesús despertaba en el corazón de los hombres era la fe y la confianza en la promesa de Dios para sus hijos. Pero Él supo que los sueños no se realizan sino nos atrevemos a entregar la vida.
Jesús muerto y resucitado hace posible nuestros sueños abriéndonos el camino a su realización porque su Espíritu nos acompaña. La Iglesia tiene como misión continuar este camino con la fuerza de su Espíritu.
Hoy Papa Francisco desafía a la Iglesia con dos sueños muy concretos:
– “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo… (cita completa EG 27)
– “Sueño con una Iglesia pobre para los pobres… (encuentro con periodistas, Marzo 2013)
Como iglesia diocesana queremos asumir estos sueños, hacerlos nuestros desde el testimonio
de fe de muchos que nos han precedido en la historia de nuestra diócesis en estos 60 años de vida.
Pero ellos no podrán ponerse en práctica si no pensamos modos concretos de llevarlos a cabo.
Por eso los invitamos a ser parte de estos sueños y encontrar juntos los modos de poder hacerlos realidad.

Lo haremos en la Asamblea Diocesana, el próximo 25 de agosto.
Será un momento de encuentro diocesano. Parroquias, colegios, movimientos e instituciones nos pondremos a la escucha del Espíritu y a dejarnos conducir por Él dejándonos cautivar por “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
Este material que les estamos presentando es para trabajar en las comunidades parroquiales, colegios, movimientos e instituciones de nuestra diócesis.

Nos ayudará a “hacer camino” para que la asamblea sea fruto de la reflexión de todos.

Son propuestas de trabajo muy concretas que habrá que adaptar a los ritmos y estilos de cada comunidad.
La Virgen, desde Luján siempre nos acompaña.

En sus manitas orantes ponemos los frutos de nuestra próxima Asamblea Diocesana.
Sus obispos

+ Oscar y + Martin

Introducción ¿Qué es una Asamblea Diocesana?
La Asamblea Diocesana es una reunión de los agentes representativos de los diversos sectores de la diócesis, convocada y presidida por los obispos, como una especial instancia de comunión y de consulta para revisar nuestra vida eclesial, convertirnos y estimular en general la marcha de la Pastoral Diocesana. En particular, para ayudar al seguimiento y profundización
de los procesos de una iglesia en salida como así también de una iglesia pobre para los pobres.
Es importante recordar que la Asamblea Diocesana es un espacio de representación eclesial,
con una importante función complementaria de consulta amplia y directa de toda la comunidad diocesana, a través de sus representantes.
En esta asamblea queremos realizar tres acciones:

CONTEMPLAR, DISCERNIR y PROPONER.
CONTEMPLAR
El contemplar consiste en tener una mirada de fe sobre nuestro camino recorrido, nuestro tiempo y la realidad en que vivimos, en la que ciertamente se desarrollan cambios constantes y nos desafían a anunciar el Evangelio con una actitud de iglesia en salida, pobre para los pobres.
Desde esta perspectiva tenemos que mirar a esta realidad y reconocer el camino recorrido hasta aquí, tratando de descubrir la presencia de Dios en él y en nuestros hermanos.
Este es el primer paso necesario e imprescindible para llevar adelante un real proceso de conversión personal, pastoral y misionera.
DISCERNIR
Discernir es buscar juntos en comunidad y a la luz del evangelio, cuál es la voluntad de Dios en cada circunstancia, en cada caso, para la pastoral de nuestra diócesis.
PROPONER
A partir de este camino de contemplación y discernimiento, de nuestros sueños y deseos y movidos por el Espíritu Santo, van a surgir las nuevas propuestas, teniendo como eje central una comunidad en salida y con especial preferencia por los pobres.
¿Quiénes están invitados a participar?
Todos los que participamos en los distintos grupos y equipos de las parroquias, centros misionales, en los colegios, centros educativos comunitarios, áreas pastorales y movimientos eclesiales.

¿Cuándo es la Asamblea Diocesana?
La Asamblea Diocesana tiene tres momentos:
El primero va desde el retiro de los obispos el 10 de marzo hasta la Fiesta Diocesana del Cuerpo y la Sangre de Cristo el 2 de junio.

En este tiempo trabajaremos en cada una de las comunidades y enviaremos nuestros aportes para preparar el encuentro de agosto.

 

El segundo momento va desde la Fiesta Diocesana hasta el día de la asamblea. En este tiempo recogeremos el aporte que cada grupo realizó y prepararemos el material para trabajar el 25 de agosto.
El tercer momento es la propia Asamblea Diocesana que celebraremos el 25 de agosto.

Es el día en que queremos pensar juntos qué caminos tenemos que seguir para concretar los sueños que tenemos para nuestra iglesia.
Textos para la reflexión
Para acompañar este tiempo de contemplación, discernimiento y propuestas, tomamos como marco de referencia algunos sueños que nos comparte el Papa Francisco acerca de la Iglesia.
Como fuimos diciendo en este tiempo, queremos revisar en nuestra vida de iglesia diocesana cómo estamos viviendo el llamado a ser una iglesia en salida, pobre para los pobres. Por eso nos parece importante volver a leer aquellos conceptos claves en cuanto a la visión de iglesia que propone el Papa en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (2013).

El texto de Francisco está en cursiva y luego hay un comentario respecto de cada número.

  1. “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.
    La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.

 

Como decía Juan Pablo II a los obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial»
Lo primero que tenemos que decir y tener en cuenta es que EG es un documento “programático” es decir, Francisco nos cuenta cómo va a ser el plan pastoral de su pontificado, básicamente nos habla de la evangelización como tarea y alegre anuncio del evangelio, de la necesidad de una profunda reforma en la Iglesia, que tiene que ver con una conversión pastoral que la haga más misionera, que la ponga en actitud de “salida”, de ir hacia las periferias, con una centralidad en el tema de las periferias existenciales (más abajo vamos a explicar mejor esa idea de “periferias existenciales”).

En esa reforma los pobres tienen un lugar preferencial no sólo como objeto de la evangelización sino como sujetos evangelizadores (como aquellos que nos anuncian la Buena Noticia), con
un protagonismo destacado dentro del gran sujeto evangelizador que es el “Santo Pueblo fiel
de Dios” (EG 125). Dicho pueblo, con su sentido de fe, es una guía importante para la evangelización en la Iglesia.
El primer capítulo de EG, habla de una reforma soñada, esa reforma nos conduce a una evangelización al estilo de Jesús, un estilo misionero que transparente su mensaje, su presencia entre nosotros. Tenemos que mirar ese estilo de Jesús y convertirnos personal y comunitariamente. Cuando esa transformación se traduce en iniciativas pastorales es una conversión misionera, un nuevo estilo de ser y hacer las cosas.

¿Cómo es ese estilo pastoral?
“más abierto y expansivo, en constante actitud de salida”.

El que sale, está en proceso, en camino, sabe adónde va pero no sabe todo lo que se encontrará en el camino. Va abierto a las novedades del andar, con sus penas y alegrías.

Es la figura de Iglesia-Pueblo peregrino, un pueblo que vive lo provisional y precario del camino, pero por lo mismo está más abierto a Dios.
El Papa está hablando de una reforma de la Iglesia, que no es cambiar un poquito, sino, como
dice él “transformarlo todo”. Alguna vez en la vida, seguro hemos sentido esa sensación de necesitar un cambio, pero no un pequeño cambio, sino un cambio drástico, total: una transformación. La transformación no nos lleva fuera de nuestra esencia, sino por el contrario, nos hace cambiar de “forma” para ser más auténticamente nosotros mismos. Nos hace ir “para adentro”, hacia lo hondo. Cuando encaramos estos cambios personales, tenemos la intuición que es algo necesario, pero sentimos mucha inseguridad.
El Papa nos propone como Iglesia ese cambio que lo “transforma todo” y no es raro que experimentemos esa incertidumbre, en lo personal, en nuestro grupo, en la parroquia, en la diócesis…

Francisco a continuación va recorriendo esas realidades y va ofreciendo su percepción de “por dónde” va el cambio.

  1. La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos.

La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión.
En el marco de lo que venimos reflexionando, la parroquia está llamada a la creatividad pastoral. A salirse de una estructura de “oficina más cercana de la iglesia” para ser “comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero”.

Para que la parroquia experimente esa renovación, tenemos que revisar profundamente nuestro modo de ser y hacer. Ese modo nuevo tiene que ver con “salir” y “estar más cerca de la gente”

  1. Las demás instituciones eclesiales, comunidades de base y pequeñas comunidades, movimientos y otras formas de asociación, son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores. Muchas veces aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia. Pero es muy sano que no pierdan el contacto con esa realidad tan rica de la parroquia del lugar, y que se integren gustosamente en la pastoral orgánica de la Iglesia particular. Esta integración evitará que se queden sólo con una parte del Evangelio y de la Iglesia, o que se conviertan en nómadas sin raíces.

Aquí el desafío es el de la pastoral orgánica, sin perder la riqueza y originalidad de lo propio.
Es algo que el Papa plantea de diversos modos en su magisterio, tiene que ver con aquello que propone cuando habla de: “el gusto espiritual de ser pueblo” (EG 268). Ser Iglesia es ser “junto a otros”, ser “con otros” y gozar de esa presencia mutua, es entender que sin los hermanos no somos Iglesia. Toda comunidad, como expresión eclesial, está llamada a integrarse en ese nosotros más grande.

  1. Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización, ya que es la manifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo, y en ella «verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica».
    Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local. Su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales.

Procura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado.
En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma.

En cada diócesis (eso quiere decir “Iglesia particular”) se encuentra la Iglesia toda. Es una porción del Pueblo de Dios, donde están todas las realidades: laicos y laicas, el o los obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, parroquias, movimientos, grupos. Es el ADN completo de la Iglesia aunque en una escala pequeña. Toda la Iglesia, expresada en un lugar.
El Papa parece que aquí nos habla especialmente a nosotros que estamos viviendo la Asamblea  Diocesana y nos hace dos invitaciones, que coinciden con la invitación de nuestros obispos: la misión y la centralidad de nuestra opción por los pobres de cualquier pobreza, eso es lo que significan las “periferias”. No es un concepto sólo de espacio físico, sino también existencial. Son las realidades que están físicamente alejadas del centro, pero también son los que están existencialmente más alejados de nuestra visibilidad: los enfermos, los adultos mayores, los adictos, los que están solos. La invitación es llegar a todos. Para ello precisamos hacer un cambio profundo que Francisco define así: entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma.

Un proceso, un camino, que nos permita mirar la realidad, mirarnos a nosotros mismos, ver lo que nos sale bien, lo que nos sale mal, lo que nos podría salir mejor. Ver por qué nos pasa lo que nos pasa (bueno y malo), corregirnos, arrepentirnos de nuestros pecados personales y comunitarios y cambiar de modo humilde, sincero y decidido… ¿nos animaremos a hacer esa reforma profunda de nuestras vidas?

 

  1. El obispo siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana siguiendo el ideal de las primeras comunidades cristianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32). Para eso, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos. En su misión de fomentar una comunión dinámica, abierta y misionera, tendrá que alentar y procurar la maduración de los mecanismos de participación que propone el Código de Derecho Canónico y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de escuchar a todos y no sólo a algunos que le acaricien los oídos. Pero el objetivo de estos procesos participativos no será principalmente la organización eclesial, sino el sueño misionero de llegar a todos.
    Aquí el obispo aparece como el gran animador de la comunión en la Iglesia. Es muy lindo el lugar que señala Francisco: no es necesariamente adelante, puede estar adelante, en el medio o atrás: su misión es cuidar y acompañar esa comunión. El Pueblo de Dios tiene ese “instinto de la fe” ese “olfato para las cosas de Dios” que le dice dónde debe ir, el obispo es el encargado de discernir esos impulsos, para ver cuáles vienen del Espíritu Santo y promoverlos, dejando de lado aquellas mociones o ideas que no vienen de Dios. Para realizar esta tarea el Papa recuerda la oportunidad de realizar algunos procesos participativos que la Iglesia conoce, como la Asamblea Diocesana. Algo muy importante es lo que se nos recuerda aquí: el objetivo primario no es una mejor organización eclesial sino realizar “el sueño misionero de llegar a todos”.
  2. La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así».

Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía.

Exhorto a todos a aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de este documento, sin prohibiciones ni miedos. Lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente  con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral.”
Francisco nos invita a salir de la comodidad, a repensar la Iglesia y todo el proceso evangelizador en esta perspectiva de reforma y conversión misionera. Será necesario incomodarnos, movernos, pero será para bien, para que el mensaje de Jesús llegue a todos.
198. (…) Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.
El Papa nos manifiesta claramente un objetivo: una Iglesia pobre, significa una comunidad sencilla, humilde para aprender unos de otros, una Iglesia abierta a todos y servidora. No se trata de ser una Iglesia despojada de toda clase de recursos y bienes materiales. Ellos son necesarios para llevar adelante nuestra acción evangelizadora.

De lo que se trata es evitar que esos medios, necesarios para cumplir nuestra Misión, se conviertan en la razón de ser, en el fin de nuestras acciones, de nuestro tiempo y de nuestros esfuerzos…

Una iglesia pobre es la que, aun contando con recursos, no se aferra a ellos y no los vive como un fin en sí mismos.
Ser una Iglesia pobre, entendemos, nos invita a vivir con austeridad, al no caer en la provocación de la ostentación. Nos convoca a no mirar desde la lejanía de la comodidad a las realidades injustas. Se trata de asumir la mirada desde el lugar del pobre.
Al mismo tiempo, esta idea de «iglesia pobre» hace referencia también a que nuestra iglesia debe ser una iglesia «de los pobres». En ese sentido Francisco nos dice algo más, importante y novedoso: los pobres no sólo son los destinatarios del mensaje, ellos son quienes anuncian el evangelio y nos enseñan a todos sobre el Reino. Sus vidas, muchas veces difíciles y con grandes necesidades, tienen una fuerza salvífica, nos hablan de la redención que nos trae Jesús.

Por lo tanto, Francisco nos invita a acercarnos, a ser sus amigos, a descubrir la presencia de Dios en ellos y a dejar que sus vidas nos hablen del Reino.

Propuesta de trabajo
Para prepararnos para celebrar juntos el 25 de agosto la Asamblea Diocesana, les proponemos una actividad para realizar en los distintos grupos y equipos de la parroquia, centros misionales, colegios, centros educativos comunitarios, áreas y movimientos eclesiales.
El objetivo es poder reflexionar a la luz de la propuesta que nos hace el Papa Francisco de ser una iglesia en salida, pobre para los pobres.

También queremos que a partir de la reflexión que realice cada grupo podamos conocer cuál son los sueños que tenemos para vivir como iglesia diocesana.

Con los aportes de cada uno surgirá la base para la reflexión que haremos el día de la asamblea.

Esto nos conducirá a pensar juntos como podemos convertir esos sueños en realidad.
La actividad está pensada para realizar en una hora y media, pero aquellos que quieran pueden dedicarle más tiempo. Es importante designar alguien que pueda preparar este encuentro para coordinarlo y un secretario/a que pueda tomar nota de lo que va saliendo y realice la síntesis que se pedirá enviar.
DESARROLLO DE LA ACTIVIDAD:
1. El sueño del Papa Francisco. (30 minutos).
Queremos comenzar invocando al Espíritu para que nos guíe en este momento que vamos a compartir.
(Oración)
Vamos a leer la reflexión que hace el Papa Francisco en Evangelii Gaudium.
A partir de lo que leemos en estos textos vamos a tratar de resumir en una frase qué es una iglesia en salida y en otra frase qué es una iglesia pobre para los pobres.
2. Mirando nuestra realidad. (30 minutos).
Habiendo reflexionado acerca del sueño del Papa, queremos mirar nuestra realidad. Por un lado, nuestros obispos nos invitan a hacer una memoria agradecida de todo lo que pudimos construir juntos como comunidad. Es importante que valoremos lo que hacemos bien para que a partir de esa base firme, nos animemos a volar más alto, a soñar «en grande», «más allá» de lo que creemos hoy posible.
Pero también cuando miramos nuestra realidad y la comparamos con los sueños que nos propone el Papa, que no son otros que los sueños de Jesús para su Iglesia, descubrimos cuánto nos falta caminar.
Por eso les pedimos que piensen qué aspectos de esta propuesta concreta de Francisco no estamos logrando vivir en nuestro grupo, equipo, colegio, movimiento, etc. La propuesta es ver cómo se hacen presentes estas dos invitaciones que nos hace el Papa en nuestros grupos, aunque aparentemente no estén relacionadas con nuestras tareas habituales (podemos pensar que Iglesia en salida es para los misioneros y pobre para los pobres es para Cáritas).
Ej. Si en el equipo de liturgia pensamos una celebración de bautismos sin tener en cuenta que los que asistirán son personas que no frecuentan nuestras celebraciones y no están habituados a nuestro lenguaje, no estaríamos respondiendo a la invitación de ser una iglesia en salida.
Podemos expresar lo que descubrimos que no estamos logrando vivir con frases como estas:

– “Como equipo de catequesis no logramos vivir la invitación a ser una iglesia en salida, cuando…”
– “Como miembros del movimiento x, no logramos vivir la invitación a ser una iglesia pobre para los pobres, porque…”
La invitación es a mirarnos a nosotros y no mirar lo que los demás no logran alcanzar.

 

  1. Nuestros sueños. (30 minutos).
    Queremos terminar nuestro encuentro pensando cuáles son nuestros sueños para una iglesia
    que quiere estar en salida, pobre para los pobres.
    Para entender qué entiende el Papa por “sueño” los invitamos a ver este video:
    https://www.youtube.com/watch?v=n-qcYE9xQbw

Cada uno de nosotros tiene algún sueño que quisiera que se haga realidad, tanto para nuestra vida como para la vida de la Iglesia. Por eso ahora, en un momento de silencio, cada uno va a pensar y a escribir un sueño que tenga para la Iglesia y que quiera compartir, para que como comunidad diocesana lo podamos llevar adelante.
(Luego que todos escribieron su sueño) Vamos a leer en voz alta el sueño que escribimos y lo
explicamos brevemente.
Finalmente, pensemos juntos en qué se parece nuestro grupo, equipo, colegio,
movimiento, a esto que soñamos para la Iglesia.

¿Por qué creemos que es así?

¿Qué nos falta para alcanzarlo?
Terminamos juntos haciendo una oración en la que ponemos delante del Señor nuestros sueños y los de toda la comunidad diocesana.

INSTRUCCIONES PARA ENVIAR EL TRABAJO REALIZADO
Se invita a cada grupo a enviar los sueños que compartieron para que lleguen a toda la comunidad diocesana. Puede ser la sumatoria de los sueños de cada uno o una síntesis que realice el grupo.
Para mandarlos pueden elegir la manera que quieran: anotándolos en una hoja o en un afiche, enviarlos por mail, grabándolos en un audio o en un video de WhatsApp o la forma que mejor consideren.
Para mandarlos por correo deben escribir a

asambleadiocesana2018@gmail.com

Para mandarlos por WhatsApp pueden hacerlo al 1560511726.
Los textos impresos o los afiches pueden traerlos el día de la Fiesta Diocesana o dejarlos en el obispado hasta el 1 de junio.
Nota: En cuanto a lo que cada equipo trabajó les pedimos que lo guarde, para que a la luz de lo que
surja en la asamblea podamos retomarlo para iluminarlo y enriquecerlo.

 

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