Para preparar la Navidad…
Para preparar la Navidad…
Símbolos, gestos, personajes… para preparar la Navidad.
REGALOS DE NAVIDAD
Cuando queremos a una persona, le damos regalos. Dios nos ama y quiere nuestra felicidad, por eso nos dio el mayor de todos los regalos, nos dio a su propio Hijo Jesús.
En cada Navidad recibimos a ese Hijo de Dios que vive entre nosotros.
También nosotros queremos retribuir ese regalo y, como sabemos, por lo que Jesús nos enseñó, que él está en cada uno de nosotros, creemos que ofreciendo regalos a nuestros hermanos estamos dando el mismo Jesús.
Dar regalos a los otros, a nosotros mismos, a Dios, es vivir el cristianismo que es amor, servicio y donación de uno para la felicidad de los hermanos.
CENA DE NAVIDAD
La cena es un momento en que la familia se reúne para conservar la vida material a través del alimento.
La cena de Navidad quiere significar que nuestra verdadera vida es Cristo, el Hijo de Dios que estamos festejando.
También esta cena nos recuerda la última cena donde Jesús se nos dio como alimento para quedarse entre nosotros a través de la Eucaristía.
La mesa navideña es una fiesta de sabores, de amenas charlas y participación.
Lo más importante es el espíritu conciliador y la unión de toda la familia.
Cuando levantamos las copas a la hora de los brindis sabemos que nos estamos reconciliando, olvidando agravios, afianzando nuevas esperanzas y agradeciendo a Dios todo lo recibido durante el año.
En la cena de Navidad se acostumbra a colocar, en el centro, una vela encendida, para simbolizar a Cristo que nos reúne en torno de sí para ser nuestra luz.
Vivir la Navidad es saber que viene Jesús a vivirla con nosotros.
VELAS DE NAVIDAD
Las velas simbolizan la presencia de Jesús como luz del mundo. Él mismo nos dice: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas”.
Encendiendo las velas en Navidad, queremos demostrar nuestra fe en Jesús, queremos decirle que también nosotros queremos ser luz para nuestros hermanos, tratando de vivir como él.
Cuando la situación del mundo no ande bien, tratemos de ver si nos estamos alejando de esa luz que es Jesucristo. Porque cuando vivimos en su luz, hay amor, justicia, comprensión, hay un mundo de hermanos y de paz.
Cada Navidad debe ayudarnos a renovar nuestra fe en Jesucristo y a vivir en él, en su luz; y así, ser también con él, y como él, luz del mundo.
ADORNOS SECOS
Los adornos secos nos sugieren una reflexión indirecta: lo que está seco es porque no tiene vida. Por lo tanto siempre que estemos lejos de Jesús, estaremos secos, porque sólo él es vida y comunica vida. Jesús vino hasta nosotros para que todo crezca, todo tenga vida.
Mirando los adornos secos, pidamos para nosotros y para todas las personas la vida y las condiciones para vivir dignamente como hijos de Dios; y también para que toda persona sea respetada en su dignidad.
LOS PASTORES
Los pastores reciben anuncio del nacimiento del niño, según el evangelista Lucas; la piedad popular creó alrededor de estas figuras el hálito de pobreza y humildad que no tenían en el tiempo en que se escribió el evangelio. En tiempos de Jesús, los pastores eran considerados como gente no honrada, al margen de la ley porque con frecuencia apacentaban sus rebaños en campos ajenos; y por eso para algunos comentaristas del evangelio, encarnan a los pecadores a quienes Jesús viene a salvar. Sin embargo, los pastores ligados a Belén, la pequeña ciudad que se hace grande porque de ella nace el jefe de Israel, reciben el anuncio de la buena noticia que es para todos los hombres: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.
Por eso, los pastores al acudir a Belén y encontrar al niño recostado en un pesebre y envuelto en pañales según la señal que les había dado el ángel, lo reconocen, y alaban a Dios por lo que habían visto y oído. Por eso los pastores simbolizan a los futuros creyentes que se encuentran con Dios al aceptar su mensaje e interpretar sus símbolos.
Después, los pastores desaparecen de la escena; ninguna narración posterior nos habla de ellos, ni se recuerdan sus nombres. Su papel simbólico es grande: en los pastores del pesebre estamos representados todos los que, porque creemos, somos capaces de doblar la rodilla ante el niño recién nacido.
LOS REYES MAGOS.
Nos trasladamos ahora a la narración del Evangelio de la Infancia, para encontrarnos con unos personajes muy especiales que la imaginación popular ha rodeado de fantasía, pero que tienen un significado muy profundo en la reflexión de Navidad: los Magos de Oriente.
¿Qué significa “magos” para el Evangelio? En la antigüedad este término designaba a los que se dedicaban a las ciencias ocultas y por lo tanto se empleaba para llamar a los astrólogos, hechiceros, augures sacerdotales y adivinos de diversa índole. La descripción que hace el Evangelio sobre los magos interpretando una estrella nos inclina a considerarlos astrólogos, hombres cultos, representantes de lo mejor del saber y de la religiosidad pagana que los llevó a encontrar a Jesús a través de la revelación natural.
“Los magos fueron los únicos que entregaron regalos al Señor.
Se dice que el primero fue Melchor, un anciano de cabello blanco y larga barba…, que ofreció oro al Señor como a rey.
El segundo, de nombre Gaspar, joven, sin barba y rozagante… le honró como a Dios con su regalo de incienso, oblación digna de la divinidad.
El tercero, negro y muy barbudo, llamado Baltasar…, con su regalo de mirra dio testimonio del Hijo del hombre que iba a morir”
VILLANCICOS.
Cuando los ángeles anunciaron el nacimiento del Niño a los pastores, retumbó en los aires el primer cántico de Navidad:
Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor.
Es muy bello mirar cómo desde los cielos se proclama la paz en la tierra, la paz que reina entre los hombres a quienes el Señor se les ha revelado.
Noche de Paz
Quizá el villancico más popular en el mundo es el de Noche de Paz, porque se ha traducido a numerosos idiomas, y lo han interpretado desde grandes solistas y coros famosos, hasta los pequeños grupos corales de pueblos y veredas.
¡Noche de paz, noche de amor! todo duerme al rededor.
Sólo velan mirando la faz de su niño en angélica paz José y María en Belén.
¡Noche de paz, noche de amor! llena el cielo un resplandor, en la altura resuena un cantar: “os anuncio una dicha sin par hoy os nació un Salvador”
¡Noche de Paz, noche de amor! en los campos al pastor coros celestes proclaman salud, gracias y gloria en su plenitud por nuestro Dios Redentor.
EL VIEJO NOEL, SANTA CLAUS, SAN NICOLÁS.
Varias leyendas y tradiciones muy antiguas, en el tiempo, se fundieron con San Nicolás, Obispo de Mira, región al suroeste de Asia, en el siglo III. Sus restos fueron trasladados a la ciudad de Bari en Italia en 1087.
Muchas leyendas recuerdan a esta gran Obispo que se caracterizó por su especial amor por los niños y los necesitados. Se dice de él que solía recorrer por las noches las comarcas llevando regalos a los vecinos y dando buenos consejos, a la vez que inculcaba en las casas alegría y optimismo.
Una anécdota narra que un humilde labriego mientras junto a la chimenea en una noche de invierno meditaba con gran tristeza sobre su falta de dinero para dar la dote de sus tres hijas casaderas, sintió un tintineo en el piso y, con gran asombro encontró a sus pies una bolsa con monedas de oro. La noche siguiente ocurrió lo mismo. La tercera espió para ver qué ocurría y vio que se trataba del obispo Nicolás quien, desde afuera, le había echado por una ventana una tercera bolsa para que el buen hombre pudiera casar a las tres hijas.
Después de su muerte fue elevado a los altares en poco tiempo, y su fiesta se celebraba el 6 de diciembre. En ese día, era costumbre visitar los hospitales y orfanatos de niños para llevar regalos como lo hacía en vida San Nicolás. Poco a poco la fiesta se unió con la celebración de la Navidad.
La figura del regordete y jovial mascarón, con mejillas sonrosadas cautivó a los norteamericanos y pronto se metamorfoseó su mitra episcopal en el simpático gorro, conservando el color rojo de las vestiduras episcopales; se le adicionó la bolsa de juguetes, y su viejo potro gris se transformó en un trineo tirado por ocho renos. La visita a los hogares con regalos se postergó hasta la víspera de Navidad.
El Viejo Noel, Santa Claus, San Nicolás, llámese como se llamare, la figura del viejo regordete, alegre, sonriente, que reparte regalos y alegría, nos recuerda siempre la actitud del cristiano en Navidad, y sobre todo se convierte en un llamado de atención.
¿Podremos celebrar tranquilos estas fiestas mientras las caras sucias y hambrientas de los niños se pegan a los vidrios de las vitrinas para soñar con un regalo de Navidad que nunca poseerán porque ya no existe San Nicolás que reparta regalos a quienes realmente los disfrutan?
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