La Virgen María-Reina del adviento Padre Mamerto

LA VIRGEN MARÍA-REINA DEL ADVIENTO

 «Hoy han oído al ángel hablar con una mujer sobre la redención del hombre.

Escucharon que se trataba de devolverle la vida al hombre, recorriendo aquel mismo camino por el cual había caído en la muerte.

Y así, el ángel conversaba con María sobre la salvación, porque otro ángel había hablado con Eva sobre la perdición.

Oyeron al ángel construir con un arte inefable el templo de la divina majestad con el barro de nuestra carne.

Escucharon que Dios, en un incomprensible misterio, habita sobre la tierra, mientras el hombre es colocado en el cielo. Han oído cómo, de forma inexplicable, Dios y el hombre se unen en un solo cuerpo.

Oyeron que por medio de una orden angélica, la frágil naturaleza de nuestra carne recibe la fuerza necesaria para llevar, toda entera, la gloria de la divinidad.

En fin, para que la sutil arena de nuestro cuerpo no sucumbiese en María bajo semejante peso, y para que en la Virgen, que debía llevar el fruto de todo el género humano, no se rompiese la tierna vara, he aquí que el ángel, a fin de alejar el temor, se presenta y dice: “No temas, María” » San Pedro Crisólogo

 LA REINA DEL ADVIENTO

El Adviento nos visita al final de la primavera e inicios del verano, con un trasfondo de flores, de perfumes y de rumor de pájaros, que prestan el marco adecuado para celebrar en la alegría, una verdadera liturgia de la vida.

Adviento es un tiempo femenino. En las lecturas bíblicas previas a la Navidad, desfilan distintas mujeres que se preparan a ser madres.

Algunas de edad avanzada, como Isabel; otras estériles, como las madres de Sansón y de Samuel.

Es todo un entorno femenino, que con fragancia a jazmines florecidos, centra la escena en la figura de María, la reina del  Adviento.

Aquella que le dijo al indio Juan Diego: “Acaso, yo no soy tu madre, ¿no soy la fuente de tu alegría?; ¿tienes necesidad de alguna otra cosa?”.

Esta dimensión femenina, le da a esta última semana una dimensión muy especial, la de una madre que está por dar a luz.

Después vendrá el tiempo navideño, en que nuestra atención se desplazará hacia el Niño recién nacido.

En nuestras latitudes, llegando al fin del año, un ambiente de cansancio y nerviosismo conspira contra el espíritu del Adviento.

Tendremos que rescatar su dimensión contemplativa.

En medio de sueños, silencios y misterios, como los que vivieron José y María, la esperanza lo madura,

y lo convierte en tiempo de acogida y de escucha receptiva al don de un Dios que salva.

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