¿Qué ayuno y abstinencia quiere Jesús?

Ayuna de tus palabras hirientes. Y transmite palabras bondadosas. Ayuna de tus fastidios. Y llénate de gratitud.
Ayuna de tus enojos. Y llénate de mansedumbre y paciencia.
Ayuna de tus pesimismos. Y llénate de esperanza y optimismo.
Ayuna de tus impaciencias. Y llénate de confianza en Dios. Ayuna de quejarte. Y llénate de las cosas sencillas de la vida.
Ayuna de las presiones. Y llénate de oración.
Ayuna de juzgar a otros. Y descubre a Jesús que vive en ellos.
Ayuna de tus tristezas y amarguras. Y llénate de alegría el corazón. Ayuna de tus egoísmos. Y llénate de compasión por los demás.
Ayuna de tus faltas de perdón. Y llénate de actitudes de reconciliación. Ayuna de tus palabras. Y llénate de silencio y de escuchar a los otros.
Si todos intentamos este ayuno lo cotidiano se irá inundando de paz, de amor, de confianza…

La abstinencia de carne, propuesta para el miércoles de ceniza y los viernes de la cuaresma, es mucho más que dejar de comer carne…
- Cuaresma es dejar de “comer prójimos” en nuestras conversaciones.
- Cuaresma es dejar de “mordernos los unos a los otros” en nuestras relaciones familiares, laborales, parroquiales.
- Cuaresma es dejar de “devorarnos” por un puesto más destacado en la conducción de un grupo o asociación parroquial, barrial, comunitaria.
- Cuaresma es dejar de “comer prójimos” a través de salarios injustos en beneficio de nuestro patrimonio personal.
- Cuaresma es, en una palabra, como nos enseña Jesús en el Evangelio “arrepentirnos” con hechos de nuestros egoísmos, de nuestra falta de amor, de nuestra incapacidad de perdonar, de nuestro orgullo desmedido y respeto por los demás y “creer en el evangelio”, que significa esforzarnos por ajustar nuestra vida diaria a los criterios, enseñanzas y ejemplo de Jesús.
El verdadero pecado que hemos de confesar todos los días, especialmente hoy, es nuestro:
- no creer.
- no esperar.
- no amar.
Aquí está verdaderamente la naturaleza del mal: en la capacidad de decir no a la fe, a la esperanza, al amor.
Es el pecado que confieso todos los días y que todos los días renace en mí. Es mi pobreza. Es nuestra verdadera pobreza. Es nuestra tristeza. Es nuestra debilidad.
Iniciamos la Cuaresma, que podríamos titularla como un camino hacia la Pascua: 40 días que nos llevarán a la muerte y resurrección de Jesucristo.
La Cuaresma es un tiempo de renovación con la mirada puesta en Jesucristo. Esto implica contrastar nuestra vida, actitudes, palabras y actitudes con la de Jesús. (Auténtico discernimiento de Espíritu)
Hoy recibiremos la ceniza en nuestras cabezas y escucharemos al mismo tiempo: Conviértete y cree en el Evangelio. ¡Si, necesitamos convertirnos y volver al encuentro de Jesús, abandonando la senda del pecado y del mal!

Cuaresma es un buen tiempo para:
- Pedir perdón a Dios de nuestros pecados y abandonar caminos ciegos que nos llevan al egoísmo y al mal. El profeta Joel nos decía en la primera lectura «Vuelvan al Señor nuestro Dios, porque él es misericordioso y compasivo, lento a la ira y rico en clemencia».
- Redescubrir la misericordia infinita y el corazón amoroso de Dios. San Pablo nos decía en la lectura: «¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo».
- Revitalizar caminos de perdón y de compasión hacia los otros porque nos sabemos y nos sentimos amados y perdonados por Dios.
- Renovar nuestro interior, nuestro corazón, y no puramente realizar obras externas: como nos decía el profeta Joel, «Desgarren el corazón y no los vestidos»
Jesús nos propone caminos liberadores para superar nuestras cadenas y nuestro apego al egoísmo. En íntima relación con el evangelio, la Iglesia nos propone a los cristianos la limosna, la oración y el ayuno como tres grandes sendas de conversión y de purificación.
- En medio de un mundo de apariencias y de gran consumismo, que nos crea grandes necesidades innecesarias, necesitamos escuchar de Jesús: Demos limosna no para ser visto por los hombres, sino tu Padre celestial.
- En medio de un mundo con grandes ruidos y pobreza espiritual, sin piedad ni calor, necesitamos escuchar de Jesús: Buscá la intimidad con tu Padre celestial en el silencio de tu corazón y en la intimidad de tu ser.
- En medio de una sociedad cada vez más satisfecha en su abundancia y vuelta de espalda a los pobres, necesitamos escuchar de Jesús: Compartí tu pan con el hambriento.
Son, en definitiva, caminos de purificación, renovación y conversión si lo vivimos desde la fe y desde Dios. No como prácticas puramente externas que nada nos transforma, sino como auténticos caminos de renovación espiritual.

Hagamos de esta Cuaresma un tiempo único de conversión a Cristo que quiere hablarnos al corazón.
Miremos a María que ella nos enseñe a mirar a Jesús y a convertirnos al Evangelio.
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