“Señor, enséñanos a rezar” El Padre Nuestro

La primera enseñanza es su propio ejemplo: Jesús, hombre de profunda oración; después, Jesús nos enseña el Padre-nuestro. Jesús nos enseñó una oración muy parecida a la suya. No nos enseñó una oración para recitar, sino una oración para vivir, para meditarla y hacerla vida. Cuando rezamos el Padrenuestro rezamos como Jesús. La oración exige por nuestra parte una conversión continua y una vida nueva.
Señor enséñanos a rezar

«Padre»
–porque has sido hecho hijo (San Cipriano) –para merecer ser hijo suyo (San Ambrosio) -con un corazón humilde y confiado que te hace volver a ser como niño; porque el Padre se revela a «los pequeños» –con la esperanza de obtener lo que vas a pedir… ¿Qué puede Él negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos? (San Agustín) –recordando que Dios es Padre de todos; pero más que ser padre, se hace padre en la medida en que vos te haces hijo de Dios; –y te haces hijo de Dios… cuando te identificas con Jesús y vivís su misma vida, en la medida en que cumplís su Palabra y practicas su Evangelio.
«Padre nuestro»
«Padre nuestro» viviendo el sentido comunitario de toda oración, que nunca puede excluir a los hermanos
«Que estás en los cielos»
- Recordando que Dios está por encima y más allá de todo cálculo y especulación humana
- Tomá conciencia de quién sos vos mismo y quién es Dios. Sos un hombre, hijo de Dios y hermano de todos los hombres
- Te exige purificar muchas de tus actitudes: dejá a un lado la vanidad, el orgullo, la prepotencia, el clasismo. Y sacá la oración desde el fondo de vos mismo.
- No viniste para pedir y pedir más cosas sino para el encuentro con tu Padre; para escuchar a tu Padre, para estar con él; para mirarlo en silencio.
- No rezás con una lista de peticiones en tus manos, frías y exigentes, sino para es sentir la alegría de estar con Dios, palpando su compañía en la calidez de los hermanos.
«Santificado sea tu nombre»
- para reconocerlo como Padre, viviendo como hijo;
- para declarar el deseo de vivir en esa misma santidad, con su mismo espíritu, que cambia tu corazón, que cumple sus mandatos.
- para buscar como hijo, antes que nada, su amor de Padre y vivir en ese amor para ser dignos de él; para descubrir, como hijo, la obligación que tenés de conocer quién es tu Padre, qué hace, cómo se manifiesta.
- para que santifiquemos el nombre de Dios presentando al mundo su verdadero rostro de vida, de amor, de libertad, de salvación, de justicia…
«Venga tu reino»
El Reino no es un lugar geográfico o cosa parecida, sino que es el mismo Dios en cuanto reina o vive manifestándose en medio de los hombres. Rezar es aprender a olvidarse de uno mismo para entregarse a un proyecto de salvación universal. Antes que pedir para uno mismo, nos ofrecemos por todos, porque la oración es ofrenda y culto a la vez. Rezar es decir: Aquí estoy…
«Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo»
- para que tu oración sea como la oración de Jesús que lo llevó a vaciarse de sí mismo para llenarse del amor del Padre. Su oración era comprometida.
- para que tu oración sea «estoy dispuesto a todo, estoy a tu disposición con todo lo que soy y todo lo que tengo»
- porque en el cielo todos viven, en plenitud, los valores del reino… y le pedimos a Dios que eso mismo se haga realidad ya aquí y ahora. Rezá y ofrecé tu vida a luchar para lograrlo.

«Danos hoy nuestro pan de cada día»
En el lenguaje bíblico, «pan» significa todo lo que el hombre necesita para vivir: alimento, vivienda, cultura, educación, salud, trabajo, libertad, amor, justicia, fe, esperanza… Y, como consecuencia, a dejar todo lo superfluo. ¿Cómo podremos el «pan» sino que compartimos “nuestro pan” con los que no lo tienen? Nos invita a ser hombres íntegros, a desarrollar nuestro cuerpo y espíritu, todos los grandes valores humanos.
«Danos»
- porque no puede haber verdadera oración mientras no incluyamos en ella a toda la humanidad. Decimos «cada día» porque el cristiano no debe almacenar.
- Pedimos lo que necesitamos y necesita los hermanos para ahora.
- Si nadie acaparara, habría en abundancia para todos.
- ¿Acumulamos “cosas” que están impidiendo que otros tengan lo necesario?
«Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo»
Nuevo compromiso en esta petición: hemos de perdonar siempre a todos y todo. Le pedimos a Dios nos perdone “de la misma manera” y “a condición” que nosotros perdonemos al hermano. Con nuestros pecados malogramos el amor que debemos a Dios y al hermano. Quedamos en deuda con ellos. Recibir el perdón de Dios significa devolver al hermano lo que le hemos quitado, sin contentarnos con un arrepentimiento superficial y cómodo en el sacramento del perdón, si ese arrepentimiento deja las cosas como estaban.
El perdón de Dios se produce en el momento en que reparamos lo que habíamos destruido con nuestro pecado. Nadie puede arreglar sus cuentas con Dios si no las arregla con el hermano. El perdón reconstruye, rehace y repara.
«Y no nos dejes caer en la tentación»
En sentido bíblico la palabra «tentación» significa todo obstáculo o peligro que se interpone en el camino del hombre para impedirle su crecimiento.
Dificultades exteriores… Cuando el hombre se decide a vivir según la palabra de Dios, inevitablemente entrará en conflicto con los valores de la sociedad, encontrará dificultades sin fin…
Dificultades interiores…y le entrarán ganas de de-jarlo todo… no estás satisfecho de tu vida, porque descubriste que no te bastás a vos mismo, porque necesitás a Dios y a los demás para ser vos mismo.
Por eso, el Padre Nuestro termina la oración con una petición, que es también una voz de alarma, solicitando la ayuda del Padre para los momentos difíciles de la vida. No pedimos no tener tentaciones, sino la fuerza para no caer en la tentación.
No debemos presumir nunca de nuestras fuerzas ni tentar a Dios buscando las dificultades y los problemas. Conscientes de nuestra fragilidad, hemos de vigilar constantemente, porque cada día es una prueba a nuestra fidelidad al evangelio. Jamás hemos de decir «¡basta!» a nuestro deseo de crecer y perfeccionarnos.
Día a día iremos descubriendo que, a medida que avanzamos en el camino de ser hombre, el compromiso es más duro y radical; iremos descubriendo que cada día nos es más necesaria esta petición.
«Líbranos del maligno»
Líbranos del único mal verdadero: del pecado y de todas sus consecuencias.
El Papa explica el significado de la invocación “líbranos del mal”
Imaginemos que un buen día el Señor nos responde a nuestra oración.
Contesta a nuestro Padrenuestro. Alguien escribió esta posible respuesta de Dios a la oración que de Jesús aprendimos, y que tantas veces repetimos. Les leo esta plegaria que imagina cuál podría ser la respuesta de Dios al Padrenuestro salido de nuestra boca:
- «Hijo mío que estás en la tierra, preocupado, solitario, tentado.
- Yo conozco perfectamente tu nombre y lo pronuncio como santificándolo, porque te amo.
- No estás solo, yo habito en ti y juntos construimos el reino.
- Quiero que hagas mi voluntad porque mi voluntad es que seas feliz ya que mi gloria es la gloria del hombre viviente.
- Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan para hoy.
- No te preocupes, sólo te pido que lo compartas.
- No olvides que te perdono antes incluso de que me ofendas; haz tú lo mismo sin reservas.
- Y para que no caigas en tentación préndete bien fuerte de mi mano.
- Yo te libraré de todo mal. Pobre y amado hijo mío»

A rezar se aprende rezando, y el único maestro de oración es el Espíritu de Jesús.
Nuestro Dios no es un Dios mudo.
Como ser personal desea conversar con nosotros en un diálogo de amor.
Tenemos que comunicamos con él “cara a cara”, sin prejuicios ni desconfianzas; como lo hacen los amigos en la plenitud de la intimidad.
Primero, hacemos silencio y escuchamos y Dios habla; luego nosotros hablamos y Dios escucha: esta conexión entre el hombre y Dios es la oración.
Cuando nosotros hablamos:
Poco importan las fórmulas que irá adquiriendo nuestra oración.
Se dará de acuerdo a tiempos y circunstancias; y hasta se darán espacios para la protesta y la rebeldía.
Si hemos rezado en espíritu y en verdad, posiblemente nuestras angustias y tensiones no habrán desaparecido, pero sí en cambio las reasumiremos desde una experiencia de Dios, integrada en el misterio pascual de Jesús.
El tema es el SILENCIO… Para hacer posible un verdadero silencio interior y para cultivar una profunda interioridad y soledad con Dios, practicaremos:
el silencio de los ojos buscando siempre la belleza y la bondad de Dios en todas partes y cerrando nuestros ojos a las faltas de los demás y a todo lo que es pecaminoso y perturbador del alma, porque ”un corazón limpio puede ver a Dios”.
el silencio del oído, escuchando siempre la voz de Dios y el grito de los pobres y necesitados, y cerrando nuestros oídos a todas las otras voces que vienen del maligno o de la naturaleza humana caída, por ejemplo murmuración, chismes, palabras no caritativas.
el silencio de le lengua, alabando al Señor y hablando 1a vivificante Palabra de Dios que me le verdad que ilumina e inspira; trayendo paz, esperanza y gozo y refrenando la auto defensa, evitando estrictamente la mentira, quejas, crítica y toda palabra que cause dolor, disturbio y muerte.
el silencio de le mente, abriéndola a la verdad y conocimiento de Dios en oración y contemplación como María, que meditó las maravillas del Señor en su corazón, y cerrando nuestra mentes a todas las mentiras, distracciones, pensamientos destructivos tales como juicios duros, falsas sospechas de otra: pensamientos vengativos y deseos.
el silencio del corazón, amando a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente, fuerzas y una a la otra como ama Dios, deseando solo a Dios y evitando todo egoísmo, odio, envidia, celos y amargura.
Nuestra necesidad de silencio
Necesitemos silencio para meditar, para estar a solas con Dios, para hab1arle, para escucharlo, meditar Sus palabras en lo profundo de nuestros corazones.
Necesitamos estar a solas con Dios en silencio para ser renovadas y transformadas.
El silencio nos da una nueva perspectiva de la vida.
En el silencio nos llenamos de energía de Dios que nos hace hacer todas las cosas con gozo.
El silencio está el la raíz de nuestra unión con Dios y entre nosotras.
Sin el silencio toda nuestra vida de Misioneras do la Caridad se derrumbaría porque
El fruto del Silencio es la oración;
El
fruto de la oración es la fe;
El fruto de la fe es amor;
El fruto del amor es el Servicio;
El fruto del servicio es la paz interior.
Podríamos concluir afirmando que la garantía de una oración auténtica, se medirá siempre por la capacidad de compromiso solidario con los hombres nuestros hermanos.
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